Astrolabio: Agenda Holística


El estío: tiempo de transición antes del cambio de estación


El mes en el que se producen los cambios de estación, siempre arranca con lapso de tiempo que se conoce como estío. Se trata de un período que inicia en las semanas previas a los  los solsticios. Es un período poco conocido pero con mayor influencia de la que se piensa.

El estío es un lapso que dura aproximadamente 21 días antes de la fecha de cambio de estación. Por tanto, como los solsticios y equinoccios por lo general ocurren el día 21, entre el 1 y el 21 de mes es tiempo de estío.
 
Así, estamos en estío del 1 al 21 de junio, y el 1 al 21 de diciembre. 

La palabra estío proviene del latín aestivum, que  significa veraniego. De ahí que nuestros antepasados identificaran el verano como estío, demarcando así a la época más calurosa del año. Se hablaba, por tanto, de cinco estaciones: primavera, verano, estío, otoño e invierno.

En la tradición china se mantiene este concepto de cinco estaciones y relaciona el estío con el elemento tierra. Sin embargo, lo ubica como un lapso de transición entre las estaciones, proponiendo hasta un tratamiento de acupuntura durante ese tiempo a fin de prever algún desequilibrio de  salud causado por los cambios de estación.

¿Cómo se sustenta este planteamiento? Se dice que en el estío el clima y el tiempo es poco claro, pudiendo presentarse mezclas de eventos de una u otra estación. Algo perceptible incluso en países intertropicales, como Venezuela, donde no son marcadas las estaciones. Durante este tiempo es posible que llueva mucho, que haga más calor del acostumbrado (preludio del verano), o que el tiempo se haga más fresco. Todo esto sucede de forma impredecible.

En consecuencia, en estas primeras semanas de junio nos hallamos en pleno estío hasta que astronómicamente ocurra el cambio de estación, pasando de primavera a verano en el norte, y de otoño a invierno en el sur. 

Hacia un nuevo portal solar Una vez superada la transición del estío, junio nos lleva a la fecha del solsticio, una de las más importantes puertas del año, momento en el cual se abre en el planeta un portal de energía solar que era aprovechado antiguamente a través de una serie de ritos y prácticas que han caído en desuso, debido -entre otras razones-  a la desconexión espiritual del humano común de hoy.  Sobre ello, en el artículo Los solsticios en la masonería puede leerse: 


Las culturas antiguas tenían particular respeto y dedicación a la astronomía y de manera especial al Sol, a cuyo estudio y ofrenda dedicaron gran cantidad de sus templos. Por ello se les daba a los solsticios especial atención, puesto que son precisamente los momentos del año cuando el sol llega a sus puntos más lejanos de oscilación entre el Sur y el Norte, en junio (Cáncer) y diciembre (Capricornio) ; es decir, en el momento que en el Astro Rey tiene su máxima declinación meridional (al sur) o septentrional (al norte), aparentando detenerse (de ahí el termino latino Sol – Stitium) para iniciar su camino pendular de regreso hacia el otro extremo. 




Desde las épocas más remotas y prácticamente en todas las civilizaciones se han festejado las fechas en que se presentan los solsticios: en Roma, se dedicaban al Dios JANO  (relacionado también con el nombre de Juan) , representativo del Sol, quien presidía los comienzos, las iniciaciones (en latín INITIUM, INITIARE) y en particular el ingreso del Sol en los dos hemisferios celestes. 

El mito de Jano aparece en las tradiciones gnóstica e iniciática de la más remota antigüedad, erigiéndose en uno de los símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. 

En cuanto a la recurrencia de la tradición juanítica primitiva   (de  Juan o Jano) con el esoterismo cristiano, cabe señalar una estrecha relación, manifiesta en no pocos textos bíblicos, entre Jesús, nacido en el solsticio de invierno y Juan Bautista, celebrado en el solsticio de Verano (24 de junio), relación disuelta por razones teológicas muchos siglos después del inicio de la era cristiana, transponiendo esta relación de Jesús con Juan Bautista a Juan Evangelista" (celebrado el 27 de diciembre).  

En consecuencia, antes de cristianizarse estas fiestas, durante las celebraciones de JANO, los pueblos de Europa encendían hogueras durante el solsticio de verano  para ayudar al Sol, en un acto simbólico con la finalidad de que “no perdiera fuerzas”, pues en su conciencia interna sabían que el fuego destruye lo malo y lo dañino.

Y aunque el verano en esta fecha ocurre  para quienes viven por encima del ecuador, ya que en el sur el solsticio es de invierno, también ahí se le rinde homenaje al astro en su fecha de especial protagonismo: en el hemisferio norte es el día más largo y, por consiguiente, el poder de las tinieblas tiene su reinado más corto;  y en el hemisferio sur ocurre todo lo contrario. En cualquier caso al Sol se le ayuda para que no decrezca y mantenga todo su vigor.
 

Tiempo de pedir o de recibir


En la lectura "El poder del solsticio" se recuerda la fuerza latente en el evento; siendo el invierno el momento de  hacer nuestras peticiones a los cielos, dado que al estar el sol en el punto más bajo  se abre una "ventana que permite la comunicación entre el cielo y la tierra y nuestra débil voz puede ascender con mayor facilidad". 

De ahí el nombre de puerta de los dioses. Mientras, el solsticio de verano "es cuando el sol está más arriba en el cielo, por tanto más cercano a los dioses, siendo el momento en que las peticiones hechas en  invierno  son atendidas. Es así como se entiende que el solsticio de verano es el momento de recibir las dádivas de los dioses, y por eso se llama la puerta de los hombres."

En torno a cómo podemos aprovechar estos influjos para nuestro avance,  a pesar de que la desconexión en la que se vive actualmente haga difícil relacionar y conjugar lo que sucede a nivel energético-espiritual con lo que nos sucede en lo personal, la lectura agrega: 




Hay en el solsticio una importante clave relacionada con el tiempo. Habiendo entendido hasta este punto que estamos hablando del viaje del sol en el cielo, ya no a lo largo del día, si no a lo largo del año; observamos que Jano, dios relacionado al portero y además a los solsticios, porta unas llaves que lo relacionan con las puertas ya mencionadas  (las puertas del año).  Vemos como en la mayoría de las representaciones es bifronte, o lo que es lo mismo, muestra dos caras, una joven y una vieja, en clara señal del cambio que se lleva a cabo en el sol, así como, al pasado y al futuro.
Sin embargo, hay representaciones de Jano mucho más antiguas que lo muestran trifronte, donde una cara mira a la derecha y una a la izquierda, pero entre ellas, una tercera nos mira directamente en alusión al presente, que todos estarán de acuerdo en que es efímero, pues apenas lo nombramos ya es pasado. Dado que el sol se detiene en los días solsticiales, nos abre la posibilidad de ver la cara del presente mirándonos. 
Simbólicamente, este dios, que en el momento del solsticio nos mira, nos presta mayor atención, su postura por esos días del solsticio nos dice que está atento a nosotros, lo que hace alusión a que en ese momento el hombre será escuchado o debe estar preparado para escuchar, según sea el caso.  

Es por ello que los solsticios son tiempos de dar y recibir, en concordancia con el ejercicio de las celebraciones antiguas, en las que pedimos o recibimos según sea verano o invierno.   El solsticio de verano es, entonces, el tiempo de recibir las dádivas de los dioses.


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