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Capricornio: signo de la iniciación


 

Debemos estar atentos al paso del sol por los signos del zodíaco. En cada uno de los 12 periodos del año hay un aprendizaje. Este es el reto para Capricornio, según la mitología esotérica de Los doce trabajos de Hércules y la evolución espiritual.

Los 9 Trabajos anteriores de Hércules han tenido que ver con la tarea individual de la liberación y el héroe ha tenido que pasar por su propio “infierno personal”. A partir de ahora, los últimos trabajos hasta el signo número 12, van a tener relación con el grupo humano. Empiezan las tareas colectivas, arrancando en el signo de Capricornio. He aquí el décimo trabajo:  

 

“La Luz de la Vida debe ahora resplandecer dentro de un mundo de oscuridad” –dijo el Maestro-. “El hijo del hombre, que es también el Hijo de Dios debe pasar a través del Décimo Portal”,

 

“En esta misma hora, Hércules se arriesgará”.   Cuando Hércules estuvo frente a él, éste le dijo: “Mil peligros has desafiado, ¡oh Hércules!, y mucho se ha logrado. La sabiduría y la fuerza son tuyas. ¿Harás uso de ellas para rescatar al que está en agonía, una victima de un enorme y persistente sufrimiento?”.  

 

El Maestro tocó suavemente la frente de Hércules, y ante el ojo interno de éste surgió una visión. Un hombre yacía postrado sobre una roca, y gemía como si su corazón se rompiera. Sus manos y piernas estaban encadenadas; las pesadas cadenas que le ataban estaban amarradas a anillos de hierro.   Un buitre, feroz y temerario, permanecía picoteando el hígado de la postrada víctima, y un escurridizo chorro de sangre manaba por su costado.   El hombre alzaba sus manos esposadas y gritaba pidiendo ayuda, pero sus palabras retumbaban vanamente en la desolación y eran tragadas por el viento.

 

La visión desapareció, y Hércules permanecía como antes, junto a su Maestro.   “El encadenado que has visto se llama Prometeo” –dijo el Maestro-, ha sufrido así durante años, y sin embargo no puede morir, pues es inmortal. Él robó el fuego del cielo, y por ello ha sido castigado. El lugar de su morada es conocido como el Infierno, el Hades, y se te pide ¡oh Hércules! ser el salvador de Prometeo. Baja a las profundidades, y allí en los planos exteriores libéralo de su sufrimiento”.  

 

Habiendo oído y comprendido, el hijo del hombre que era también un Hijo de Dios, se lanzó en esta búsqueda y pasó a través del Décimo Portal.   Hacia abajo, siempre hacia abajo, él viajó dentro de los apretados mundos de la forma. La atmósfera se hacía sofocante, la oscuridad constantemente más intensa, y sin embargo, su voluntad era firme.   El empinado descenso continuó durante mucho tiempo, y solo, aunque no completamente a solas, él entró allí, y al buscar dentro, él oyó la voz plateada de la Diosa de la Sabiduría, Atenea, y las palabras fortalecedoras de Hermes.  

 

Finalmente llegó a ese envenenado río llamado Estigia, un río que deben cruzar las almas de los muertos. Un centavo tenía que pagarse a Caronte, el barquero, para que pudiera conducirlas a la otra orilla.   El sombrío visitante de la tierra de los vivos asombró a Caronte, quién, olvidando su paga, condujo al extranjero al otro lado.   Hércules había entrado, por fin, en el Hades, una oscura y brumosa región, donde las sombras, o, mejor dicho, los cascarones de los muertos, se deslizaban por allí.  

 

Cuando Hércules percibió a la Medusa, con su cabello entrelazado de serpientes silbantes, le lanzó su espada, pero no la hirió, sólo atravesó el aire vacío.   A través de senderos laberínticos, llegó a la sala del Rey que gobernaba este lugar, el mundo subterráneo, el Hades. El Rey, torvo y severo, con semblante amenazador, estaba sentado tiesamente en su negro trono de azabache. Hércules se aproximaba. “¿Qué buscas tú, un mortal viviente en mis dominios?” “Busco liberar a Prometeo”, -dijo Hércules-.  

 

“El camino está vigilado por el Monstruo Cervero, un perro con tres grandes cabezas, cada una de las cuales tiene serpientes enroscadas a su alrededor”. “Si tú puedes vencerlo con tus manos desnudas, una hazaña que aún nadie ha realizado, puedes desatar al sufriente Prometeo”.   Satisfecho con esta respuesta, Hércules prosiguió.   Pronto vio al perro de tres cabezas, y oyó su penetrante ladrido. Gruñendo, saltó sobre Hércules.  

 

Agarrando primero la garganta de Cervero, Hércules lo estrechó en su puño como en un torno. Aguijoneado por una furia frenética, el monstruo se sacudió, y finalmente, al apaciguarse su fuerza, Hércules lo dominó.   Hecho esto, Hércules prosiguió, y encontró a Prometeo. Yacía sobre una losa de piedra, en agonizante dolor. Entonces, Hércules rompió sus cadenas y liberó a la víctima.   Desandando sus pasos, Hércules regresó por donde había venido, y cuando alcanzó el mundo de las cosas vivientes, encontró allí a su Maestro.   “La Luz brilla ahora dentro del mundo de la oscuridad” –dijo el Maestro- “el Trabajo está realizado. Descansa ahora, hijo mío”.
El Tibetano

Simbología del trabajo

El descenso a los Infiernos simboliza la Tercera Iniciación, la Transfiguración. En los Evangelios nos dice Mateo –Mateo 17-, que Jesús llevó a tres discípulos: Pedro, Santiago y Juan a la cima del Monte Tábor donde se transfiguró ante sus propios ojos, mientras “ellos cayeron sobre sus rostros”. Pedro, la piedra, es el símbolo del cuerpo físico; Santiago, el engañador, lo es del cuerpo emocional; y Juan corresponde a la mente. Son los tres aspectos de la personalidad, postrados ante Cristo glorificado, en su transfiguración en el Monte de Capricornio. 

  En los trabajos anteriores, Hércules pasa por su “infierno personal”, -todos los pantanos que visita lo son-, pero ahora, empiezan las tareas colectivas. Las Tres Cabezas simbolizan: La Sensación, El Deseo, y  las "Buenas Intenciones", pues estas nunca corresponden a necesidades reales, ni para uno mismo, ni para el prójimo. Hércules se lanza contra la cabeza central, que corresponde al Deseo. 

  Toda la aventura tiene la finalidad de liberar a Prometeo de su condicionamiento o atadura. Prometeo es el hijo del hombre, un ser celestial condicionado por la materia. El Hijo de Dios está prisionero en sus tres cuerpos inferiores, y la tarea hercúlea consiste en cortar sus ataduras. El nombre de “Prometeo” es la traducción griega del término sánscrito “Pramanta”, que significa “columna vertebral”. Así que liberar a Prometeo significa liberar nuestra columna vertebral… 

Es el modo de que Kundalini ascienda por ella. El Discípulo en Capricornio está dispuesto a descender hasta el infierno, hasta la muerte, para redimir a otros seres humanos. Después, se convertirá definitivamente en un Hijo de Dios, en un “Kumara”. “El Sacrificio del Hombre” es el ritual para adquirir las “Blancas Vestiduras”, el “Cuerpo de Luz” o el “Cuerpo de Gloria”. Es el sacrificio de nuestro intelecto por y para una noble causa.  


El trabajo en Capricornio: la ascensión

El 21 de diciembre el Sol entra en el cero grado de Capricornio, marcando con ello el solsticio decembrino, inicio del invierno en el norte y del verano en el sur.  Capricornio, mayormente simbolizado en el Solsticio de Invierno, es un signo frío, triste y solitario, del mismo modo en que se siente un Iniciado al caminar todavía por el mundo. El signo representa  la ascensión a la montaña en solitario, y por ello la Cabra se muestra solitaria en la cima.  
  Cuando Capricornio comienza se habla de un amanecer. La Luz nace en Capricornio, y a todos los “Salvadores del Mundo” se les hace nacer en estas fechas porque simbolizan “la Luz del Mundo”, son emisarios de Cristo.  

  El regente externo e interno del signo de Capricornio es Saturno. Así vemos a Saturno como la clave de nuestro tipo de “Trabajo para el Servicio al Grupo”. (Ver posición por signo de Saturno en la rueda natal). Nadie puede ser realmente libre (el signo siguiente es Acuario) mientras quede una sola Alma prisionera. Prometeo simboliza a la humanidad encadenada a la roca de la materia.    

  LAS TRES ASCENSIONES, los Signos de Tierra En Tauro, -“El Toro de Creta”-, Hércules eleva su naturaleza emocional –tercer Chacra-, hacia su naturaleza búdica –cuarto Chacra-. Trabaja desde la materia físico-instintiva. En Virgo, -“Apoderándose del Cinturón de Hipólita”-, Hércules Eleva la materia al Cielo. Trabaja desde la materia emocional. Ahora, en Capricornio, -“Matando a Cerbero, guardián del Hades”-, Hércules está identificado con el grupo humano, a quién trata de liberar. Trabaja desde la materia mental.

fuentes: http://www.elblogalternativo.com/
     

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