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Ejercicio para aprovechar la energía de los equinoccios



Solo dos veces al año, en primavera y en otoño, el juego de la luz y de la sombra alcanza el equilibrio: los rayos del sol inciden directamente sobre el ecuador terrestre, iluminando por igual los dos hemisferios, y el día tiene una duración igual a la de la noche en todo el planeta.

Este periodo de equilibrio da lugar en la naturaleza a grandes transformaciones. En el hemisferio norte, a partir del equinoccio de primavera, la vida despierta de nuevo y resurge el ciclo de la creación. Podríamos hablar de una auténtica resurrección, una oportunidad para que todo vuelva a comenzar de nuevo.

Para el hombre de antaño, cuya existencia estaba inmersa en los ritmos de la naturaleza y del cosmos, este era el periodo de las grandes iniciaciones: la tierra, que había sido labrada y preparada al final del verano y dejada reposar durante el periodo de la oscuridad del invierno, recibía la semilla que daría lugar a los próximos frutos.

De igual manera, el ser humano, que había descendido a las profundidades de sí mismo en el camino del autoconocimiento, resurgía de nuevo, liberado de las cargas que le impedían avanzar y listo para asimilar las semillas que impulsarían su crecimiento y evolución.

Nuestra vida actual, lejos de la naturaleza y de la sabiduría antigua, nos ha distanciado de esta sagrada conjunción que nos sitúa entre el cielo y la tierra. Es, pues, un buen momento para recuperar esta conexión con las energías que nos rodean y sentir que formamos parte de algo mucho más grande.

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No se trata de forzarnos a adoptar una idea o creencia, sino de abrirnos a sentir y trascender nuestros límites, dejándonos llenar por las sensaciones que experimentemos.

Para esta fecha es recomendable hacer una breve meditación para relajarnos, contactar con nuestro cuerpo y con nuestras sensaciones y desde ahí empezar a experimentar la armonía y el equilibrio que son posibles cuando abrimos un espacio para escuchar y escucharnos.

Visualización o meditación 

Antes del día 20, puedes buscar un sitio en el que te gustaría meditar y realizar tu pequeño ritual de primavera. Tal vez, te gustaría encender tu incienso favorito, tener cerca unas flores. ¿Qué te gustaría trabajar?, ¿Sobre qué tema o aspectos te gustaría centrar tu atención? También puedes dejar la mente abierta a lo que surja. Tú marcas la pauta.

  1. Busca un lugar o rincón que en el que te sientas cómodo. Siéntate, toma aire. Presta atención a tu respiración, inhala, exhala. Puedes hacerlo varias veces.
  2. Observa a tu alrededor, contempla las flores, los aromas, escucha el trino de los pájaros. Eres uno con la naturaleza, con la tierra.
  3. Lleva la atención a la parte superior de tu cabeza, a la coronilla y siente como un rayo de luz blanca va bajando suavemente hasta tus pies y después sigue hasta el centro de la tierra.
  4. El rayo de luz, se dirige a lo que deseas potenciar, llenando de fuerza y luz a tí mismo, a tus proyectos, a tus ideas, a tus pensamientos, a tus deseos... Sientes que renaces, que te llenas de ánimo e impulso.
  5. Fluye, observa, escucha, siente. No pienses, sólo siente.
  6. Vuelve a prestar atención a tu respiración. Inhalas y exhalas.
  7. Poco a poco vas recuperando la movilidad del cuerpo. Puedes moverte con suavidad.
  8. Si has pedido ayuda a los seres que cuidan de ti, que te protegen, a tus guías y ángeles, puedes agradecer su presencia y apoyo. También al Universo, al Todo, a Dios, a lo Infinito.



Fuentes consultadas

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