La energía espiritual de los solsticios: verano e invierno
Los solsticios y equinoccios no se celebran solo como un evento físico. También contienen un enorme significado espiritual en muchas culturas. En los tiempos antiguos y a través de muchas culturas, el movimiento solar era de gran importancia. El significado físico de estos eventos marcaba y marca las estaciones y su conexión con la labranza de plantación y recogida de los frutos, pero que se derivan de una determinada condición energético-espiritual.
En astronomía el término solsticio, que proviene del latín, solstitium, (sol sistere, que significa sol quieto), se refiere a la época del año en que el sol, en su trayectoria aparente, se halla sobre uno de los dos trópicos, dando lugar a la máxima desigualdad entre el día y la noche. La inclinación de la Tierra en el Hemisferio Norte está más cerca de Sol y en el Hemisferio Sur se encuentra más alejada del sol, (solsticio de invierno).
Este fenómeno tiene lugar entre el 21 y 22 de junio y entre el 21 y 22 de diciembre. Son fechas aproximadas debido a las irregularidades del calendario gregoriano y los años bisiestos.
Todos los años el sol complete este viaje alrededor de la tierra. “Nace” en el solsticio de invierno, el día mas corto del año. Luego, en el equinoccio de primavera, también conocido como el equinoccio vernal, el día y la noche duran lo mismo. Están en equilibrio y a partir de este momento el Sol va volviéndose más poderoso a medida que los días son más largos.
Todo esto culmina en el solsticio de verano, el día mas largo del año y luego el sol comienza a declinar a medida que los días se hacen más cortos. Después, el equinoccio de otoño, o también llamado equinoccio autumnal, es el cuarto pilar en este patrón solar. Es otro momento en el cual la noche y el día vuelve a durar lo mismo. Al pasar este momento es sol vuelve a replegarse durando los días cada vez menos hasta el solsticio de invierno.
Cada uno de estos ciclos solares tienen su propio significado especial. El viaje solar refleja el proceso universal de un cambio espiritual: la ascensión desde lo material a lo espiritual, la lucha interna contra la oscuridad y la victoria de la luz espiritual.
Estos ciclos encuentran muchos paralelismos en la vida de muchas deidades solares y representaciones espirituales alrededor del mundo. El aparente ir y venir del sol determina cada partícula de la Tierra, porque es de este astro de quien depende cada forma de vida en nuestro planeta.
De la danza cósmica que hace la Tierra a su alrededor, de rotaciones y traslaciones, de donde proviene el equilibro de la vida. Es en los solsticios y equinoccios donde se definen el tiempo y el espacio: el ritmo de nuestra vida, que comparada al cosmos parece tan exigua.
Es por esto que la procesión de los solsticios y los equinoccios era celebrada con gran reverencia por las culturas antiguas, siendo algunos rituales más alegres y extravertidos que otros dependiendo de la estación en la que se entraba.
El solsticio es en realidad un momento binómico que divide la cultura en dos momentos, pues en un hemisferio del globo es invierno y en el otro es verano. Pero en todos hay rituales similares en torno a estos momentos cósmicos.
La consecuencia de estar en armonía con la naturaleza y celebrar sus ciclos tiene como consecuencia que nosotros también entremos en armonía.
Como el fenómeno se presenta dos veces al año, alrededor del 20 de junio y del 20 de diciembre, para las personas del hemisferio norte el 20 de junio suele el día más largo y para las del sur la noche más corta del año; mientras que para las del hemisferio sur será el 20 de diciembre el día más largo y el día más corto en el norte.
Sobre el solsticio de verano en el norte
El solsticio de verano es por sí solo un evento icónico, se trata del conjunto de celebraciones paganas en las que se reúnen toda la esperanza de milenios de antepasados.
Cada año, este evento ha sido celebrado con festivales culturales y fiestas paganas, tales como la de Stonehenge en Inglaterra o el festival con vodka, cantos y danza en Escandinavia.
Hay algunos lugares en Europa que se festeja el Día de San Juan, en donde se honra al sol con fogatas, cohetes y danza –e incluso, desnudismo en las ciudades o en los ríos–. Mientras que algunos paganos modernos realizan un ritual de fuego, en donde se prende un círculo de velas que simbolicen el despertar del sol y la bienvenida del verano.
Esta fecha es considerada el día de máxima energía, de esplendor de la naturaleza. Hay culturas y antiguas civilizaciones que festejaban este día debido a su asociación con la fertilidad, la cosecha, la fruición de siembra, el cenit de la vida espiritual. Curiosamente se entrelaza este día con estas celebraciones paganas de Midsummer, las cuales se realizan mediante un rito para “dar más fuerza al sol” mediante hogueras.
Simbólicamente, el fuego para estas fiestas tiene una función de purificación en las personas que lo contemplan.
Al conservar y maximizar la energía del sol, no sólo se permite hacer más eficientes los procesos de agricultura, también se mejoran los ciclos de sueño y de estabilidad emocional. En otras palabras, es una oportunidad para la conciencia de las fuerzas entre la naturaleza y la humanidad, el cosmos y la vida.
Sobre el solsticio de invierno en el norte
El solsticio de invierno (en el norte) está regido por Saturno debido a que el sol ingresa al signo de Capricornio. Saturno es el dios de la agricultura, y por eso en el solsticio se realizaban las Saturnalias romanas, grandes fiestas de reinversión y de culto al astro.
De esta forma, el solsticio invernal también trae aparejado un conjunto de significados. Se lo asocia con la idea de la renovación y el renacimiento, y se realiza multitud festejos y rituales a lo largo del mundo para celebrar su llegada.
Muchas culturas antiguas manifestaban su aprecio por la significación de este día erigiendo monumentos, como el de Newgrange, en Irlanda, o el de Stonehenge, en Inglaterra. Mientras que los romanos celebraban la Saturnalia.
Actualmente, probablemente la fiesta más popular, extendida y arraigada en Occidente en relación con el solsticio de invierno sea la Navidad, festividad religiosa que, antiguamente, antes del cambio del calendario juliano al gregoriano, estaba concebida para que coincidiera con el día del solsticio de invierno, el 25 de diciembre.
El nacimiento de Jesucristo el 25 de diciembre podría representar la sustitución del culto a Helio, representación solar del imperio romano. También hay festejos en torno al solsticio de invierno fuera de Europa. En Japón, por ejemplo, está el resurgimiento de Amaterasu, la diosa del sol de la mitología japonesa.
Este solsticio es simbólicamente la muerte y resurrección del sol. Durante este momento el astro alcanza su máxima declinación sobre el ecuador, hundiéndose en la fosa cósmica para resurgir poco a poco de las entrañas de Capricornio en un nuevo ciclo de vida.
Capricornio representa la puerta de los dioses, mientras que Cáncer, situado a 180 grados, es la puerta de los hombres. Así, el solsticio de invierno está asociado a la divinidad en la astronomía occidental antigua. Es la noche más larga del año, cuando el alba comienza más tarde y el ocaso más temprano.
La inclinación del eje terrestre hace que veamos al sol cada vez con un menor ángulo. Ese momento de inmovilidad es el que le da su nombre a los solsticios, voz que deriva del latín y significa “sol que permanece quieto”.
En teoría el solsticio de invierno sólo dura un instante, aquel en el que el sol esta “quieto”. Pero este término también se usa para referirse a las 24 horas del día en que tiene lugar.
Anualmente, en el calendario gregoriano el solsticio fluctúa ligeramente, pero a largo plazo y sólo alrededor de un día cada 3,000 años.
Fuentes consultadas: terapiasenergeticas.org /
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